Qué pena que se fuera el lado amable del Régimen. No hubo poder humano que lo detuviera y fue así como recogió sus tereques y se mandó a cambiar.
Lenín se fue entonando el pasacalle montubio que cantan Las Costeñitas de Balzar y que dice: «Por algo el Rafa me ha de recordar».
¿Y qué hace ahora? Quiso meterse a un concurso de cuentachistes, pero le dijeron que profesionales no. Luego, según él mismo cuenta, cuando vio que su querida esposa le estaba arreglando una oficina tuvo la fea sospecha de que ella quería que él trabaje.
Al final, el Secretario General de la ONU habló con la señora y le preguntó si había chance de que el Lenín sea embajador mundial de las personas con discapacidad.
Ella aceptó con la condición de que entre discurso y discurso le dejen contar unos cachitos.
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