La mitad de los ecuatorianos no puede creer que la otra mitad haya preferido el autoritarismo, la corrupción sobre el cambio, la alternancia. Culpan a los indecisos, nulos, que en comparación con la primera vuelta fueron menos. Se convencen de que la «gente vaga» votó por el bono y las casitas, pero esto va más allá.
La imagen de un banquero en el poder no cuaja, pensar que la izquierda a regañadientes se junte con la derecha para salir de la dictadura es aún más fantasioso que el socialismo perfecto, se interpretó como simple ansias de poder.
Mientras en las grandes ciudades nos quejabamos porque tenemos que pagar aranceles por productos que no son de primera necesidad, en lo rural recordaban que tenían que viajar horas para acceder a un hospital. No digo que el fin justifica los medios, indigna la persecución política, abusos de poder, corrupción, derroche, pero eso a la gente poco le importó o no lo quiso ver.
Correa en 10 años lo hizo, convenció a los que eran discriminados de que sin él se volvería al pasado y Lasso le ayudó en el juego de la separación de clases.
Por meses nos atacamos diciendo que unos eran vagos borregos sanducheros socialistas y los otros los burros de la élite de derecha a los que les apesta el pueblo. En un país tan diverso es una pena que el oficialismo haya acrecentado está diferencia y a pesar del discurso de unidad de la oposición al final se vieron los intereses particulares.
Después de 6 años de campaña, Lasso se aferró a ser la candidatura de oposición creyéndose el Salvador que nos sacaría de la dictadura, murió en el intento y es mejor que no reviva, porque si sigue así va a terminar como el Alvarito de los pelucones.
La prepotencia de Lasso y su plan de gobierno poco inclusivo, privatizador, neoliberal nos costó que la mitad del Ecuador se aferre al caudillo socialista.
Lasso por ser el cambio y la oposición, desmerece lo bueno que hizo Correa y quería destruir ciertos avances, sí algubos requieren muchos ajustes, pero en el fondo son útiles por no decir necesarios.
Por poner un ejemplo, algunos jóvenes votaban por Lasso porque les prometió quitar las pruebas de ingreso a la universidad, olvidando que antes para obtener un cupo los padres debían acampar afuera de una universidad o poner las esperanzas en una palanca. La Senescyt (y otras instituciones gubernamentales) necesita grandes mejoras, pero decir que se eliminará y que voten por ello es muy parecido a tener esperanzas en el bono de $150.
Necesitamos una oposición más sensata, más incluyente, menos pesimista, menos demagógica. De otra forma es difícil salir del autoritarismo y caeremos en un caudillo igual o peor.
Hay que mirar Quito en donde Lasso gana en la circunscripción norte pero pierde en la sur centro y rural. En el pasado votamos en contra de Barrera y ganó Rodas porque era votar en contra de Correa y nos dijo que nuevo es mejor, sí, fue un refresco bien recibido pero ahora nos está pasando factura.
Rodas entró con soluciones parche, bonitos los nuevos parques, las estaciones del trole, pero a cambio hemos tenido renuncia tras renuncia de gerentes y en silencio ha engordado los contratos con empresas privadas mientras que en la empresa pública de obras la maquinaria está paralizada porque no hay para un cambio de aceite.
Una mala planificación nos ha llenado de baches la ciudad mientras la clase media protestaba en la Shyris y aplaudía la intervención del alcalde.
Barrera era malo, pero Rodas va por el camino de ser peor, con la diferencia que él tiene más carisma y algo de liderazgo, torpe, pero liderazgo al fin, características que le faltaron al ex alcalde y de las que no puede presumir Lasso.
Estamos divididos, aún siendo real el supuesto fraude, mucha, mucha gente votó por Lenín. Y déjenme tener las falsas esperanzas de que Lenín podrá unirnos y no será tan malo como Correa, sí, es utópico, pero me niego a ser pesimista, estoy cansado de eso y la división entre ecuatorianos. Aunque nunca me podré sacar la espina de que hay algo oculto al ver a Glas como vicepresidente que no sabremos hasta tener una justicia independiente.
(O)