Tras la muerte de Francisco, el Vaticano inicia limpieza: fuera pobres, gays, sudacas y progres

Murió el Papa Francisco y con él la era de la misericordia sudaca. El Vaticano ya activó el protocolo de limpieza: nada de pobres, nada de gays, cero latinoamericanos y peronistas ni para barrer la nave central. Vuelve la Iglesia de siempre: fría, europea y con olor a incienso y paraísos fiscales

Ciudad del Vaticano. Tras el fallecimiento del Papa Francisco a los 88 años, el Vaticano ha iniciado un meticuloso proceso de “purificación espiritual y doctrinal” que incluye, según fuentes eclesiásticas, la limpieza simbólica (y física) de todo rastro de pobres, homosexuales, latinoamericanos y, por supuesto, progres peronistas.

“Con respeto y profundo dolor, ha llegado el momento de restaurar el orden natural de las cosas: sotanas almidonadas, incienso espeso, misa en latín y cero contacto visual con personas marginadas”, declaró el cardenal Attilio Vespignani, mientras supervisaba la desinfección de una estatua de San Francisco de Asís “por exceso de humildad”.

La Plaza de San Pedro fue vallada de madrugada y convertida en una zona libre de populismo. Equipos de monjas ultraconservadoras recorren las iglesias rociando agua bendita reforzada con cloro y detectores de teología de la liberación. Se han instalado filtros en las entradas principales para identificar y expulsar a cualquier fiel que diga palabras sospechosas como “inclusión”, “empatía” o “redistribución”.

“El Santo Padre tenía buenas intenciones, pero se le fue la mano con eso de abrazar migrantes y no juzgar a los gays. Ya era hora de retomar una fe más seria, más rígida, más europea”, añadió otro miembro del clero mientras colgaba un cuadro de Juan Pablo II sobre una foto rota de un cartonero recibiendo la comunión.

Se rumorea que el próximo Papa deberá cumplir requisitos mínimos: hablar poco, sonreír menos y no haber pisado América Latina sin escolta diplomática. También se valorará experiencia previa en encubrimientos, latín conversacional y un severo desprecio por el reguetón.

Mientras miles de fieles despiden a Francisco, los sectores más tradicionales de la Iglesia celebran discretamente el fin de lo que llamaban “la herejía humanista”. La transición ya está en marcha. El incienso sube, el espíritu baja, y la puerta se cierra.