En una ofensiva lingüística sin precedentes, Donald Trump ha ampliado su cruzada contra el español más allá del Golfo de México, tomando como nueva víctima al inocente juego de cartas UNO y prácticamente toda comunicación gubernamental en español.
«UNO suena demasiado mexicano», tronó Trump desde el Despacho Oval, mientras firmaba decretos que borran hasta el último acento de las comunicaciones federales. «A partir de hoy, será ONE. Punto. Americano. Inglés. Sin negociaciones».
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La medida se suma al ya dramático cierre de todas las páginas web y redes sociales del gobierno en español. Desde el 21 de enero, los 62 millones de hispanos en Estados Unidos pueden despedirse de encontrar información oficial en su idioma. La Casa Blanca, que durante la administración Biden había recuperado su sitio web en español, ahora muestra solo un escueto «404: Page Not Found».
Fuentes cercanas revelaron que la idea del cambio de UNO surgió durante una partida familiar, donde Trump, frustrado, habría gritado: «¿Por qué diablos tenemos que decir UNO? ¡Esto es América!». Sus asesores, conocidos por transformar sus arrebatos en política nacional, inmediatamente comenzaron a preparar el decreto.
Mattel, la empresa fabricante del juego, recibió la noticia entre la confusión y el pánico. Un vocero declaró: «Estamos evaluando si cambiar las cartas impresas o simplemente pegar pegatinas que digan ‘ONE’ encima de cada ‘UNO’».
Las reacciones no se hicieron esperar. Jugadores de todo el país prometen seguir gritando «¡UNO!» como acto de resistencia lingüística. Grupos de defensa del español organizan ya lo que denominan «La Gran Resistencia Único».
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, respondió con su característico sarcasmo: «Si Trump quiere, podemos llamarlo ‘CE’… en náhuatl, por supuesto».
Un detalle irónico: el juego UNO fue creado en 1971 por Merle Robbins, un barbero de Ohio. La ironía de que un juego 100% estadounidense tenga un nombre en español no parece importarle a Trump.
Expertos en juegos de mesa predicen caos total. «Imaginen una familia jugando y el abuelo grita ‘¡UNO!’ mientras el nieto, siguiendo el decreto presidencial, responde ‘¡ONE!’», comentó un ludólogo entrevistado.
Lo único claro es que Trump ha encontrado un nuevo frente en su guerra contra lo que él considera una invasión lingüística. Y esta vez, el campo de batalla es un juego de cartas… y prácticamente toda comunicación oficial.